Esta mirada al tiroteo del Beatle y la investigación legal muestra nuevas revelaciones sobre lo sucedido el 8 de diciembre.
Al contrario que otros documentales previos, la miniserie de tres episodios de Apple TV, John Lennon: Murder without a trial, cuenta con testimonios hasta ahora inéditos sobre lo ocurrido el 8 de diciembre en Nueva York. Entre otros testigos que hasta ahora no habían hablado de lo acontecido, los directores hablan con el guardia de seguridad y portero del Dakota, edificio donde ocurrieron los hechos y en el que vivía el ex-Beatle junto a Yoko Ono y su hijo Sean de tan solo cinco años. También habla con un taxista que presenció el ataque, el periodista de radio que realizó la última entrevista de Lennon ese mismo día, el productor que había supervisado el último trabajo de Lennon, el primer y segundo interviniente de la policía de Nueva York y dos enfermeras y un médico que no consiguieron revivir a Lennon en el hospital.
Otros testimonios ya son más conocidos como el de un despreocupado Paul McCartney, emboscado por periodistas en la calle, presumiblemente como resultado de la conmoción. El menos interesante es el del propio asesino, David Chapman, quien al declarase culpable no dió pie a posibles interpretaciones. Aún así, la serie coquetea brevemente con la teoría de la conspiración, introduciendo la obsesión del FBI y Edward Hoover por la vigilancia de Lennon debido a su activismo contra la guerra del Vietnam. Pero la campaña pacifista de Lennon había alcanzado su punto máximo años antes; En el momento de su muerte, acababa de salir de una pausa autoimpuesta tras el nacimiento de su hijo, Sean.
Aún así se menciona el programa de lavado de cerebro de la CIA MKUltra y el extraño comportamiento del asesino de Robert F. Kennedy, Sirhan Sirhan y el posterior intento de asesinato contra Ronald Reagan por un asesino que también había leído El Guardián entre el centeno de J. D. Salinger. Volviendo a Chapman, una psiquiatra que lo entrevistó habla aquí por primera vez, pero no dice nada importante, tampoco revelan nada interesante unas cintas nunca antes escuchadas de él hablando con sus abogados, pero sus declaraciones son balbuceos contradictorios.
El caso Lennon es un asesinato sin juicio porque en el último momento, el acusado cambió su declaración de culpabilidad, alegando que eso era lo que Dios le había dicho que hiciera. Una de sus antiguas novias dice por primera vez ante las cámaras que su fanatismo por los Beatles terminó abruptamente cuando se ofendió por el infame comentario de Lennon de «somo más populares que Jesucristo» en 1966.