La retirada del cartel de la cantante Zahara en un concierto en Toledo supone un nuevo ataque a la libertad de expresión.
Vivimos tiempos difíciles para la expresión artística. Algunos dirán que en realidad siempre lo fueron y no les faltara razón. También que el arte es un medio de expresión que necesita de ciertas actitudes reaccionarias para dotarlo de sentido. Pues para que iba Marcel Duchamp a pintar unos bigotes a la Gioconda, sino esperara provocar la ofensa entre sus contemporáneos.
Por otra parte, el utilizar la iconografía religiosa para buscar la provocación no es algo tampoco nuevo, muchos artistas lo han hecho, y en el mundo de la música el referente más evidente es Madonna, quién ha basado su carrera en cabrear a la curia vaticana.
Es evidente que la cantante nacida en Úbeda sabía perfectamente que su imagen ataviada como una virgen y con una cinta dónde se puede leer la palabra Puta (título de su último disco) no iba a pasar desapercibida. En estos casos siempre se puede argumentar que ha conseguido más publicidad que si hubiera contratado una campaña de marketing. La artista, antes de generarse el revuelo, contaba con 85.000 seguidores en Twitter. Hoy, su cuenta roza los 91.000 fans. Probablemente, la retirada del cartel tras las protestas de Vox, no habría tenido mayor repercusión si no hubiera sido amplificado por las redes sociales. En eso tienen bastante culpa los lideres mediáticos de la izquierda, pues acaban dándole mas protagonismo a la ultraderecha del que merecieran.
Tampoco es este un problema que se deba ver como una victoria de la España conservadora pues en los tiempos actuales podría ocurrir lo mismo a la inversa, si se ofende a cualquier colectivo o símbolo de la España progresista. Si no que se lo digan a C.Tangana y las ampollas que ha levantado su fotografía en el yate. Aunque tampoco sea este un problema que se deba circunscribir únicamente al territorio español. Es el tiempo de los ofendidos o la cultura de la cancelación, en la que se decide que contenidos o personas son libres de censura y cuales deben ser apedreados en la plaza pública. Un discurso en el que parece triunfar lo políticamente correcto.
Cualquiera que eche la vista atrás se dará cuenta que había más libertad cultural en los años ochenta de la que tenemos hoy en día. Supone una deficiencia democrática que en el siglo XXI, que la religión siga imponiéndose sobre la libertad de expresión. El cartel de Zahara puede parecer de mal gusto y se entiende que pueda ofender a ciertas personas pero no debería utilizarse para sacar rédito político.